El ámbar realmente no es un mineral, si no una resina fosilizada, procedente de coníferas ya extinguidas, que se se secó hace unos 40-60 millones de años. Se forma a partir de la resina que se endurece y se fosiliza con el tiempo, lo que significa que puede contener inclusiones como insectos o restos vegetales (como flores, musgos…) atrapados en su interior. Esto hace que el ámbar sea valioso para la paleontología y la investigación científica.
Normalmente el ámbar puede variar en color desde tonos amarillos y dorados hasta marrones oscuros. Puede ser transparente o tener inclusiones que le den un aspecto más turbio. Pero también hay ámbar rojo, negro, blanco, azulado y verdoso.
El ámbar tiene una dureza de aproximadamente 2-2.5 en la escala de Mohs, lo que significa que es relativamente suave y se puede rayar fácilmente con un objeto más duro. Aunque es relativamente suave, el ámbar es bastante duradero y puede conservarse durante largos períodos de tiempo si se cuida adecuadamente. Sin embargo, es susceptible a los arañazos y al daño por calor, por lo que debe ser tratado con cuidado.
Una de las propiedades más conocidas del ámbar es su capacidad de adquirir una carga eléctrica cuando se frota, lo que lo hace atraer pequeños objetos como el polvo o trozos de papel.
El ámbar se utiliza comúnmente en la fabricación de joyería debido a su belleza natural y su capacidad para contener inclusiones interesantes.
PROPIEDADES
El ámbar te ayudará a conectar con la tierra. Es equilibrante y revitalizante.
Potencia la vitalidad, calma el estrés y fomenta una visión positiva de la vida
Favoreciendo la autosanación, ayudando a mantener la salud. Además se le atribuyen propiedades analgésicas y antiinflamatorias.
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